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Hace unos años ya, publiqué mi primer post. “Cuando es Hacienda quién actúa al límite de la Ley”.
En aquel artículo, expresaba mi preocupación y perplejidad al comprobar como actuaba Hacienda frente al contribuyente. Tenía, ya entonces, la sensación de que la Administración retorcía las interpretaciones de las normas en su beneficio. El paso de los años no ha hecho más que reforzar esa idea de que el funcionario medio ha olvidado que su función no es exprimir al contribuyente, no es buscar tres pies al gato forzando recaudaciones, sino conseguir que se paguen los impuestos justos de acuerdo a las normas.
Es bien sabido que el contribuyente tiene que pagar los impuestos que son justos pero no más. Por ello, mediante una planificación fiscal bien entendida, tiene que buscar los límites de la ley, sin saltársela, para optimizar la factura fiscal. Pero, ¿puede hacer lo mismo la Administración? ¿Es esa su función?
En mi opinión, la Administración está olvidando cual es su verdadera función cuando, siendo conocedora de que una sociedad no ha renovado su certificado digital, aprovecha la circunstancia para machacarla a notificaciones telemáticas que se dan por leídas por el transcurso del plazo de 10 días, perdiéndose, con ello, la posibilidad de presentar alegaciones y recursos
También está olvidándola cuando emite un borrador de IRPF erróneo, el contribuyente lo acepta y posteriormente pretende sancionarlo por dicho error. De hecho, ya ha habido tribunales que han anulado esas sanciones por considerar que su admisión sería tanto como darle munición a Hacienda para actuar de mala fe. Cuando el rio suena…
Y que decir, de los nuevos inventos de considerar una opción no modificable la compensación o no de las bases imponibles negativas. Como si el legislador no previese expresamente estas cuestiones cuando quiere hacerlo, como en el caso de la declaración conjunta en IRPF.
Por suerte, poco a poco, los tribunales van dictando sentencias en que recuerdan que, entre los principios de actuación de la Administración está el de ser servicial, actuar en beneficio de los contribuyentes y aplicar las normas conforme a las reglas de la buena fe.
El problema es que Hacienda lleva tiempo actuando así, se siente fuerte, y el contribuyente medio y sus asesores acaban optando por la prudencia. Y eso no va a cambiar fácilmente.
Ayudo a las empresas a reducir sus impuestos mediante la planificación fiscal.